“La genialidad de Romero (o cómo diseñar tu propio refugio legal)”
En política, como en la vida, cuando alguien ve venir la tormenta, busca techo.
Romero construyó el suyo con un proyecto de ley.
Una Corte ampliada es, en abstracto, razonable. Hasta deseable. Pero cuando el que impulsa el cambio es también quien podría beneficiarse con una silla de juez, la cosa deja de ser institucional y empieza a oler a blindaje.
A sus casi 75 años, con varias décadas de poder político y económico reales, el senador salteño parece decidido a no retirarse sin fueros. Si no puede ir por la reelección (porque el espacio estaría "tomado" por Olmedo y Orozco para las próximas elecciones), y la embajada se enfrió, el nuevo plan no es tan “alocado” como parece, ya que al ser abogado, es posible candidato; y si es cercano al presidente, más candidato aún.
Es, de hecho, brillante… si lo que se quiere es impunidad, no justicia.
Porque, ¿quién mejor que un juez supremo para evitar ser juzgado? De muestra basta la mención del juez de Rosario, acusado de vínculos con el narcotráfico y cuestiones de extorsión a empresarios de esa provincia, Marcelo Bailaque, que evitó el juicio de destitución al presentar su renuncia. Encima cobrará jubilación.
En Salta, los memoriosos aún recuerdan el caso La Ciénaga, esa causa es incómoda por donde se la analice, donde sobran papeles, pero falta sentencia. Con catorce años de trámite, la causa duerme, pero no está muerta. Y si alguna puerta se llegara a abrir, mejor estar adentro que afuera del tribunal más alto.
Por eso, estimado lector, cuando escuche hablar de “modernizar la Justicia”, pregúntese primero quién redactó la modernización.
Porque a veces, lo que parece una genialidad jurídica… es simplemente una estrategia de supervivencia con nombre propio.
Promover una Corte a medida no es hacer justicia. Es tomarle la medida a la justicia, una genialidad.