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La discapacidad en el Senado: ¿Qué daño hicieron ellos?

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La promesa de veto presidencial emitida por Javier Milei luego de que la oposición convirtiera en leyes los proyectos resistidos por el Gobierno —la suba a jubilados, la vuelta de la moratoria previsional, la distribución de impuestos a los combustibles, los aportes del tesoro (ATN), la asistencia a Bahía Blanca y los fondos para emergencias en discapacidad— generó reacciones en cadena, especialmente por el tono sarcástico y hasta cruel con el que fue comunicada.

Entre todo lo aprobado en el Senado, dos temas se destacaron por su sensibilidad: los jubilados y las personas con discapacidad. No solo por su impacto social directo, sino porque representan sectores históricamente vulnerados.

Analistas coinciden en que esta sesión fue más que un debate parlamentario: fue una disputa de poder entre el presidente y los gobernadores, quienes ordenaron a sus senadores hacer visible el reclamo por los fondos que Nación retiene. Milei, fiel a su libreto de “déficit cero”, se mantiene inflexible.

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Milei prometió veto y judicialización.

El veto será, según el propio Presidente, un hecho. Pero no está claro que el Congreso lo convalide. Y si el Congreso lo rechaza, Milei ya anticipó su intención de judicializar lo votado.

Así, la reciente sesión del Senado marcó un hito en la relación Nación-Provincias, mostrando que el poder libertario no es absoluto. En Diputados, sin embargo, el panorama es más incierto: con una dinámica más lenta, fragmentación de bloques y factores externos (vacaciones, paro de pilotos, cierre de listas en PBA), la definición podría postergarse hasta agosto.

El oficialismo presiona para evitar una nueva sesión, pero la oposición insiste en que las leyes cuentan con blindaje constitucional, tras superar los dos tercios en la Cámara Alta. En paralelo, el respaldo social al Gobierno muestra señales de desgaste, lo que envalentona a los mandatarios provinciales.

OPINIÓN DEL PERIODISTA

El frío de la noche del jueves me abrazó con esas noticias que duelen más que el hielo. Se habló de jubilados, se habló de discapacidad, pero en el fondo se habló de humanidad.
En ese instante, un pensamiento me cruzó la memoria: el proyecto nazi de la “raza superior”, aquel que exterminaba no solo por odio, sino por criterio. Por eficiencia. Por “normalidad”.
Tuve que buscarlo: se llamó Aktion T4, un programa que el nazismo usó para eliminar a personas con discapacidad física, mental o consideradas “improductivas”. Casi un paralelismo con este gobierno.
Antes de los campos de concentración, fueron ellos los primeros asesinados. El Estado decidió que esas vidas no merecían ser vividas.
Pensé entonces en los chicos de ahora. En los chicos de mi país. En los que tienen autismo, síndromes, maneras distintas de moverse, de aprender, de mirar el mundo. Ángeles, me dije, que nos devuelven algo que este sistema no puede medir: humanidad, pureza, amor.
Y me pregunté, con esa mezcla de bronca y ternura que este tema me provoca:
¿Qué daño hicieron ellos? ¿Por qué hay quienes siguen considerando a la diferencia como un error?
Tal vez porque no entienden que el alma no responde a manuales de eficiencia, ni a planes de ajuste, ni a fórmulas del mercado. El alma se expresa en una sonrisa torpe, en una caricia lenta... pero honesta. Y eso incomoda, la honestidad incomoda.
Y la realidad me devuelve al Senado. Al sincericidio del senador Luis Juez. Conmovedor. Contundente. Habló con el corazón. Votó contra su amigo, el presidente. ¿Por qué? Porque la discapacidad le tocó la puerta. Porque tiene una hija con esa condición.
Y entonces —lo confieso— dudo. Me duele dudar. Pero los políticos se han ganado esa sospecha: ¿Hubiera votado distinto si no fuera su hija discapacitada?
Tal vez sí.
Y ahí está el punto. Porque la humanidad no se mide en lo que producimos, sino en cómo cuidamos a quienes más amamos. Y a quienes más lo necesitan.
Y esas, sí son obligaciones del Estado.

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